Objetivo
El objetivo del proyecto IMPECO consiste en medir la pobreza en Costa Rica de un modo que visibilice las diferentes dimensiones y grados de carencia, y que permita cuantificar y cualificar la pobreza femenina. Esto se realizará mediante el empleo de la Individual Deprivation Measure (IDM), una innovadora herramienta ya validada que supera importantes limitaciones de los instrumentos habituales de medición de la pobreza.
Antecedentes y contexto
Medir adecuadamente la pobreza es un requisito de extraordinaria importancia para diseñar estrategias eficaces en el combate de la misma, la reducción de la desigualdad y la promoción de la justicia social. Como afirma Jeni Klugman, antigua directora del Programa del Banco Mundial para Género y Desarrollo, las cifras tienen un enorme poder, pues determinan el modo en el que los gobiernos deciden distribuir los recursos. Los datos deben ser obtenidos con rigor y empleados con responsabilidad. Cuando las cifras sobre pobreza son parciales o engañosas, las decisiones que se toman en su nombre pueden tener consecuencias catastróficas para millones de personas. Determinar cuántas personas son pobres, quiénes son los pobres y por qué motivos lo son es fundamental para los estados, las organizaciones no gubernamentales y las personas involucradas en la lucha contra la pobreza. Son cuestiones cuya respuesta es necesariamente previa a cualquier medida coordinada con pretensiones de ser eficaz. Las medidas actuales de la pobreza, sin embargo, son inadecuadas.
El Banco Mundial define la pobreza extrema en función del llamado umbral de la pobreza, o línea internacional de la pobreza (International Poverty Line, IPL), el estándar elegido por el Banco Mundial que hasta 2008 se correspondía con un dólar por habitante y ese año pasó a ser 1,25$ (PPA) por habitante para proporcionar una mejor comparación de los precios a escala internacional. Las siglas PPA (Paridad de Poder Adquisitivo) significan que el Banco Mundial ha realizado ajustes en el poder adquisitivo para que esa cifra signifique algo parecido en cada país: la cifra pretende discriminar al número de personas que subsisten consumiendo cada día bienes y servicios equivalentes a la cantidad de bienes y servicios que se podían adquirir en Estados Unidos en 2005 por 1,25 dólares. El número de personas que por sus ingresos se sitúa bajo ese umbral se estima en torno a 1200 millones de personas.
La medida que maneja el Banco Mundial, como casi todas las medidas disponibles de la pobreza, tiene múltiples limitaciones. En primer lugar, se trata de una medida de bienestar estrictamente monetaria: se centra exclusivamente en los ingresos y en el consumo. La capacidad adquisitiva y de consumo es sin lugar a dudas importante para cubrir algunas de las necesidades básicas. Sin embargo, existe un consenso cada vez mayor sobre que la capacidad adquisitiva no debe ser el único criterio para valorar el desarrollo. Por ejemplo, alguien podría tener más ingresos de los que necesita para alimentarse debidamente y sin embargo vivir en una casa con agua contaminada, o no tener capacidad de expresar su voz en su comunidad para mejorar su situación. El Objetivo 1 de los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible ya no se propone erradicar la pobreza en términos estrictamente monetarios (ingresos o consumo). La nueva formulación de ese objetivo insta ahora a “erradicar la pobreza en todas sus formas en el mundo”, lo que incluye también, “alcanzar el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos, incluidas las mujeres y los jóvenes”, y “asegurar la propiedad y el control de la tierra, y la reducción de su exposición y vulnerabilidad a fenómenos extremos asociados al clima y otros desastres económicos, sociales y ambientales”.i La nutrición, los saneamientos, la seguridad, la disponibilidad de electricidad y de educación, junto con muchos otros factores, también dan cuenta de la pobreza y el bienestar de las personas.El umbral de la pobreza y los demás intentos de medir la pobreza tienen una segunda limitación: no pueden dar cuenta de la multidimensionalidad de la pobreza ni de su intensidad. El Índice de Pobreza Multidimensional (IPM)ii propuesto en 2010 por el PNUD pretendía sortear esta limitación, y ha conseguido importantes avances en la obtención de una visión macroscópica, y a la vez más detallada de la pobreza, al haber incorporado tres dimensiones del fenómeno: la salud (que incluye nutrición y mortalidad infantil), la educación (años de escolarización y asistencia a la escuela) y estándar de vida (fuente energética empleada para cocinar, acceso a un inodoro, a agua, a electricidad, a un techo y ciertos ingresos). Sin embargo, al igual que el IPL, esta medida impide visibilizar la desigualdad de género al emplear como unidad de medida el hogar. De acuerdo al Multidimensional Poverty Measure, el número de personas que se encuentran en una situación de pobreza asciende a 1600 millones de personas: 400 millones de personas más que de acuerdo a la medida establecida por el criterio de 1,25$ al día. ¿Cómo construir políticas eficazmente centradas en luchar contra la pobreza cuando las cifras oficiales arrojan variaciones equivalentes al número de personas que viven en toda Europa Occidental, o la suma de las poblaciones de Brasil y Pakistán, los países 5º y 6º más poblados del planeta?
La pobreza, como la riqueza, es un concepto cargado de valor. Se encuentra forzosamente ligado a las concepciones de la vida buena de las personas. Al proponer cualquier medida sobre la pobreza y al elegir ciertos criterios para evaluarla, necesariamente se parte de una serie de presupuestos éticos, pues necesariamente se enfatizan algunas dimensiones del bienestar y se ponen en un segundo plano otras, ponderándolas en mayor o menor medida. Eso es inevitable. Ahora bien, un sistema adecuado de evaluación social de la pobreza global tiene que basarse en cálculos moralmente justificados. Si se toman decisiones que privilegian unos factores sobre otros, esas preferencias deben cumplir dos requisitos: publicidad y rendición de cuentas. En otras palabras, deben ser éticamente justificables. Esto es así porque si una intervención política y económica emprendida en nombre del alivio de la pobreza presupone concepciones de riqueza y pobreza que no son compartidas por las personas cuyas vidas pueden ser radicalmente cambiadas por esas intervenciones, entonces esa intervención resulta autoritaria y, a la postre, ineficaz. El concepto subyacente a cualquier medida de la pobreza debe ser transparente e inclusivo (resultado de un proceso participativo). Por otro lado, debe ser versátil a la vez que universalizable, para poder dar cuenta de la pluralidad de necesidades e intereses de grupos poblacionales distintos, sin perder la capacidad de llevar a cabo comparaciones. Por último, esa medida debe ser multidimensional y sensible al género. Hasta ahora, ningún indicador de pobreza actual cumple todas estas condiciones. El Individual Deprivation Measurement que se propone en este proyecto ha sido concebido con el propósito de superar todas ellas.
Pobreza e igualdad de género
El objetivo 5 de los recientemente aprobados Objetivos de Desarrollo Sostenible se propone:
“Lograr la igualdad de género y el empoderamiento de todas las mujeres y niñas. Poner fin a todas las formas de discriminación y violencia de género, así como erradicar prácticas nocivas, como el matrimonio infantil y forzado o la mutilación genital femenina. También establece como objetivo “Reconocer y valorar los cuidados no remunerados y el trabajo doméstico no remunerado mediante la prestación de servicios públicos, la provisión de infraestructura y la formulación de políticas de protección social, así como la promoción de la responsabilidad compartida en el hogar y la familia, según proceda en cada país”; y “Velar por la plena y efectiva participación de las mujeres y la igualdad de oportunidades de liderazgo a todos los niveles de la adopción de decisiones en la vida política, económica y pública”.
(ODS-5: http://www.undp.org/content/undp/es/home/mdgoverview/mdg_goals/post-2015-development-agenda.html)
Es común la creencia de que “la pobreza mundial tiene un rostro femenino”, habiéndose llegado a estimar que el 70% de los pobres del mundo son mujeres (ONU Mujeres 2010, p. 10). Lo cierto es que estas estimaciones carecen de base empírica sobre las que poderse afirmar como ciertas.iii Esto se debe, sencillamente, a que hasta ahora no se ha medido la pobreza de las mujeres de forma disgregada (IDM Final Report). Las medidas actuales de la pobreza son incapaces de determinar con precisión las desigualdades de grupos específicos de la población, como las mujeres. Existen algunos índices de desigualdad de género, como los publicados por el Foro Económico Mundialiv y por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)v, y su Gender Inequality Index. Estos índices, sin embargo, tienen dos importantes limitaciones. El primero de ellos es que se basan en datos administrativos sobre las poblaciones (edad, trabajo, ingresos, educación). Esta forma de analizar la pobreza femenina es insensible al carácter multidimensional del fenómeno, y es incapaz de visibilizar, por ejemplo, las desventajas y carencias que se solapan en determinados grupos de población (por ejemplo, no tener acceso a agua potable y no tener educación). En otras palabras, es incapaz de ofrecer una comprensión cualitativamente precisa de la pobreza femenina. La segunda limitación, más grave si cabe, y que el Gender Inequality Index comparte con los demás índices actuales de pobreza, es que la mide utilizando como unidad de medida el hogar (household), lo que asume implícitamente que todas las personas que pertenecen a ese hogar son igual de pobres o no pobres. Al ignorar las diferencias de bienestar dentro de cada hogar, que pueden estar asociadas a factores como el género, el estatus, la etnia, la discapacidad o la edad, se vuelve imposible cuantificar tan siquiera la pobreza femenina.
En un contexto en el que se cree que la pobreza recae de forma desproporcionada en las mujeres, resulta sumamente preocupante que ningún tipo de medida actual sea capaz de determinar cuántas mujeres adultas y adolescentes son pobres, y qué características tiene su pobreza. Muchas campañas actuales contra la pobreza, como la campaña ONE, y su lema “Poverty is Sexist”vi, asumen que aliviar la pobreza global necesariamente pasa por combatir la desigualdad de género. Sin embargo, si no medimos la pobreza a nivel individual, nunca sabremos si estas campañas habrán conseguido algún cambio. No hacerlo implica algo tan grave como no disponer de un indicador fiable de cumplimiento del 5º Objetivo de Desarrollo Sostenible y, a la postre, vernos expuestos a interpretaciones especulativas y autoindulgentes sobre la consecución de los ODS.
Los trabajos empíricos llevados a cabo por la economista india Bina Agarwal y colaboradores sugieren que la pobreza femenina no se erradicaría solamente permitiendo a las mujeres un mero acceso a la propiedad, sino facilitando que ejerzan un control efectivo sobre la misma. La riqueza y las privaciones de derechos están desigualmente repartidas dentro de los hogares: no solo porque la distribución de los recursos económicos esté mal repartida, sino porque las mujeres soportan una carga desproporcionada de las tareas domésticas y de cuidado. La concentración de la tierra en la propiedad masculina no solo está asociada a un desempleo no proporcional de las mujeres, sino que hay pruebas de que cuando las mujeres son propietarias la probabilidad de que sufran violencia y otras formas de abuso disminuyen drásticamente. Para combatir de manera seria la pobreza femenina es urgente garantizar su bienestar económico, pero también mejorar su estatus social y la posibilidad de que las mujeres tengan voz en política. (Bina Agarwal, Conferencia impartida en la UGR en Abril de 2015).
Pobreza e igualdad de género en Costa Rica
Desde los años 80 del siglo pasado Costa Rica ha llevado a cabo elogiables esfuerzos para incrementar su desarrollo y mejorar la igualdad. Existen pruebas de que, durante las últimas tres décadas, esos objetivos se han cumplido en mucha mayor medida en Costa Rica que en otros países de la región.
Simultáneamente, varios organismos y grupos de investigación en Costa Rica, en particular los coordinados por Floribel Méndez, Juan Diego Trejos y Pablo Sauma, han implementado con gran éxito diferentes mediciones de la pobreza. Resulta significativo que esos esfuerzos superan en calidad a algunas de las mediciones estándar que emplean los organismos internacionales. Por ejemplo, Méndez y Trejos (2004) y Méndez y Bravo (2012) ofrecieron una medida multidimensional de la pobreza, a través de lo que ellos denominaron “macronecesidades” prioritarias: acceso a albergue digno; acceso a vida saludable; acceso al conocimiento; y acceso a otros bienes y servicios. El método basado en las Necesidades Básicas Insatisfechas, alternativo al basado estrictamente en los ingresos, consiste en identificar directamente las carencias de los hogares en ciertas necesidades básicas, tales como el acceso a agua potable, electricidad, una vivienda digna, conocimiento, consumo, etc. Otra estrategia a destacar en las medidas de la pobreza costarricense es la empleada por la Encuesta Nacional de Hogares, que propuso en 2012 una comprensión no binaria, sino en cuatro categorías, del fenómeno de la pobreza: “pobreza extrema”, “pobreza no extrema”, “personas vulnerables a la pobreza” y “no pobres ni vulnerables a la pobreza”. Esta forma más gradual de conceptualizar la pobreza limita la arbitrariedad consistente en clasificar como pobre a quien dispone de 1,24$/día y como no pobre a quien cuenta con 1,26$/día. Sin embargo, las categorías de “vulnerable a la pobreza” y “no pobre ni vulnerable a la pobreza” se siguen definiendo por referencia al umbral de la pobreza (en función de que los ingresos superen o no 1,4 veces ese umbral).
Las medidas empleadas para conocer la pobreza y la desigualdad de género en Costa Rica incurren, no obstante, en algunas de las limitaciones de las medidas empleadas en otras regiones del mundo: Miden la pobreza empleando como unidad de medida el hogar (impidiendo describir de forma disgregada la pobreza masculina y femenina), solo exploran la disponibilidad o acceso de los recursos, no su uso y aprovechamiento, y omiten ciertas dimensiones importantes de la pobreza, tales como las carencias de seguridad o de agencia en la toma de decisiones sobre la propia salud. Por último, las herramientas empleadas para medir la pobreza en Costa Rica padecen el mismo déficit de legitimidad al no haberles precedido un proceso participativo en el que sectores de la población contribuyeran a definir lo que para ellos/as significa ser pobre.
En definitiva, la idea de llevar a cabo este proyecto surge de una cuádruple constatación:
El Banco Mundial define la pobreza extrema en función del llamado umbral de la pobreza, o línea internacional de la pobreza (International Poverty Line, IPL), el estándar elegido por el Banco Mundial que hasta 2008 se correspondía con un dólar por habitante y ese año pasó a ser 1,25$ (PPA) por habitante para proporcionar una mejor comparación de los precios a escala internacional. Las siglas PPA (Paridad de Poder Adquisitivo) significan que el Banco Mundial ha realizado ajustes en el poder adquisitivo para que esa cifra signifique algo parecido en cada país: la cifra pretende discriminar al número de personas que subsisten consumiendo cada día bienes y servicios equivalentes a la cantidad de bienes y servicios que se podían adquirir en Estados Unidos en 2005 por 1,25 dólares. El número de personas que por sus ingresos se sitúa bajo ese umbral se estima en torno a 1200 millones de personas.
La medida que maneja el Banco Mundial, como casi todas las medidas disponibles de la pobreza, tiene múltiples limitaciones. En primer lugar, se trata de una medida de bienestar estrictamente monetaria: se centra exclusivamente en los ingresos y en el consumo. La capacidad adquisitiva y de consumo es sin lugar a dudas importante para cubrir algunas de las necesidades básicas. Sin embargo, existe un consenso cada vez mayor sobre que la capacidad adquisitiva no debe ser el único criterio para valorar el desarrollo. Por ejemplo, alguien podría tener más ingresos de los que necesita para alimentarse debidamente y sin embargo vivir en una casa con agua contaminada, o no tener capacidad de expresar su voz en su comunidad para mejorar su situación. El Objetivo 1 de los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible ya no se propone erradicar la pobreza en términos estrictamente monetarios (ingresos o consumo). La nueva formulación de ese objetivo insta ahora a “erradicar la pobreza en todas sus formas en el mundo”, lo que incluye también, “alcanzar el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos, incluidas las mujeres y los jóvenes”, y “asegurar la propiedad y el control de la tierra, y la reducción de su exposición y vulnerabilidad a fenómenos extremos asociados al clima y otros desastres económicos, sociales y ambientales”.i La nutrición, los saneamientos, la seguridad, la disponibilidad de electricidad y de educación, junto con muchos otros factores, también dan cuenta de la pobreza y el bienestar de las personas.El umbral de la pobreza y los demás intentos de medir la pobreza tienen una segunda limitación: no pueden dar cuenta de la multidimensionalidad de la pobreza ni de su intensidad. El Índice de Pobreza Multidimensional (IPM)ii propuesto en 2010 por el PNUD pretendía sortear esta limitación, y ha conseguido importantes avances en la obtención de una visión macroscópica, y a la vez más detallada de la pobreza, al haber incorporado tres dimensiones del fenómeno: la salud (que incluye nutrición y mortalidad infantil), la educación (años de escolarización y asistencia a la escuela) y estándar de vida (fuente energética empleada para cocinar, acceso a un inodoro, a agua, a electricidad, a un techo y ciertos ingresos). Sin embargo, al igual que el IPL, esta medida impide visibilizar la desigualdad de género al emplear como unidad de medida el hogar. De acuerdo al Multidimensional Poverty Measure, el número de personas que se encuentran en una situación de pobreza asciende a 1600 millones de personas: 400 millones de personas más que de acuerdo a la medida establecida por el criterio de 1,25$ al día. ¿Cómo construir políticas eficazmente centradas en luchar contra la pobreza cuando las cifras oficiales arrojan variaciones equivalentes al número de personas que viven en toda Europa Occidental, o la suma de las poblaciones de Brasil y Pakistán, los países 5º y 6º más poblados del planeta?
La pobreza, como la riqueza, es un concepto cargado de valor. Se encuentra forzosamente ligado a las concepciones de la vida buena de las personas. Al proponer cualquier medida sobre la pobreza y al elegir ciertos criterios para evaluarla, necesariamente se parte de una serie de presupuestos éticos, pues necesariamente se enfatizan algunas dimensiones del bienestar y se ponen en un segundo plano otras, ponderándolas en mayor o menor medida. Eso es inevitable. Ahora bien, un sistema adecuado de evaluación social de la pobreza global tiene que basarse en cálculos moralmente justificados. Si se toman decisiones que privilegian unos factores sobre otros, esas preferencias deben cumplir dos requisitos: publicidad y rendición de cuentas. En otras palabras, deben ser éticamente justificables. Esto es así porque si una intervención política y económica emprendida en nombre del alivio de la pobreza presupone concepciones de riqueza y pobreza que no son compartidas por las personas cuyas vidas pueden ser radicalmente cambiadas por esas intervenciones, entonces esa intervención resulta autoritaria y, a la postre, ineficaz. El concepto subyacente a cualquier medida de la pobreza debe ser transparente e inclusivo (resultado de un proceso participativo). Por otro lado, debe ser versátil a la vez que universalizable, para poder dar cuenta de la pluralidad de necesidades e intereses de grupos poblacionales distintos, sin perder la capacidad de llevar a cabo comparaciones. Por último, esa medida debe ser multidimensional y sensible al género. Hasta ahora, ningún indicador de pobreza actual cumple todas estas condiciones. El Individual Deprivation Measurement que se propone en este proyecto ha sido concebido con el propósito de superar todas ellas.
Pobreza e igualdad de género
El objetivo 5 de los recientemente aprobados Objetivos de Desarrollo Sostenible se propone:
“Lograr la igualdad de género y el empoderamiento de todas las mujeres y niñas. Poner fin a todas las formas de discriminación y violencia de género, así como erradicar prácticas nocivas, como el matrimonio infantil y forzado o la mutilación genital femenina. También establece como objetivo “Reconocer y valorar los cuidados no remunerados y el trabajo doméstico no remunerado mediante la prestación de servicios públicos, la provisión de infraestructura y la formulación de políticas de protección social, así como la promoción de la responsabilidad compartida en el hogar y la familia, según proceda en cada país”; y “Velar por la plena y efectiva participación de las mujeres y la igualdad de oportunidades de liderazgo a todos los niveles de la adopción de decisiones en la vida política, económica y pública”.
(ODS-5: http://www.undp.org/content/undp/es/home/mdgoverview/mdg_goals/post-2015-development-agenda.html)
Es común la creencia de que “la pobreza mundial tiene un rostro femenino”, habiéndose llegado a estimar que el 70% de los pobres del mundo son mujeres (ONU Mujeres 2010, p. 10). Lo cierto es que estas estimaciones carecen de base empírica sobre las que poderse afirmar como ciertas.iii Esto se debe, sencillamente, a que hasta ahora no se ha medido la pobreza de las mujeres de forma disgregada (IDM Final Report). Las medidas actuales de la pobreza son incapaces de determinar con precisión las desigualdades de grupos específicos de la población, como las mujeres. Existen algunos índices de desigualdad de género, como los publicados por el Foro Económico Mundialiv y por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)v, y su Gender Inequality Index. Estos índices, sin embargo, tienen dos importantes limitaciones. El primero de ellos es que se basan en datos administrativos sobre las poblaciones (edad, trabajo, ingresos, educación). Esta forma de analizar la pobreza femenina es insensible al carácter multidimensional del fenómeno, y es incapaz de visibilizar, por ejemplo, las desventajas y carencias que se solapan en determinados grupos de población (por ejemplo, no tener acceso a agua potable y no tener educación). En otras palabras, es incapaz de ofrecer una comprensión cualitativamente precisa de la pobreza femenina. La segunda limitación, más grave si cabe, y que el Gender Inequality Index comparte con los demás índices actuales de pobreza, es que la mide utilizando como unidad de medida el hogar (household), lo que asume implícitamente que todas las personas que pertenecen a ese hogar son igual de pobres o no pobres. Al ignorar las diferencias de bienestar dentro de cada hogar, que pueden estar asociadas a factores como el género, el estatus, la etnia, la discapacidad o la edad, se vuelve imposible cuantificar tan siquiera la pobreza femenina.
En un contexto en el que se cree que la pobreza recae de forma desproporcionada en las mujeres, resulta sumamente preocupante que ningún tipo de medida actual sea capaz de determinar cuántas mujeres adultas y adolescentes son pobres, y qué características tiene su pobreza. Muchas campañas actuales contra la pobreza, como la campaña ONE, y su lema “Poverty is Sexist”vi, asumen que aliviar la pobreza global necesariamente pasa por combatir la desigualdad de género. Sin embargo, si no medimos la pobreza a nivel individual, nunca sabremos si estas campañas habrán conseguido algún cambio. No hacerlo implica algo tan grave como no disponer de un indicador fiable de cumplimiento del 5º Objetivo de Desarrollo Sostenible y, a la postre, vernos expuestos a interpretaciones especulativas y autoindulgentes sobre la consecución de los ODS.
Los trabajos empíricos llevados a cabo por la economista india Bina Agarwal y colaboradores sugieren que la pobreza femenina no se erradicaría solamente permitiendo a las mujeres un mero acceso a la propiedad, sino facilitando que ejerzan un control efectivo sobre la misma. La riqueza y las privaciones de derechos están desigualmente repartidas dentro de los hogares: no solo porque la distribución de los recursos económicos esté mal repartida, sino porque las mujeres soportan una carga desproporcionada de las tareas domésticas y de cuidado. La concentración de la tierra en la propiedad masculina no solo está asociada a un desempleo no proporcional de las mujeres, sino que hay pruebas de que cuando las mujeres son propietarias la probabilidad de que sufran violencia y otras formas de abuso disminuyen drásticamente. Para combatir de manera seria la pobreza femenina es urgente garantizar su bienestar económico, pero también mejorar su estatus social y la posibilidad de que las mujeres tengan voz en política. (Bina Agarwal, Conferencia impartida en la UGR en Abril de 2015).
Pobreza e igualdad de género en Costa Rica
Desde los años 80 del siglo pasado Costa Rica ha llevado a cabo elogiables esfuerzos para incrementar su desarrollo y mejorar la igualdad. Existen pruebas de que, durante las últimas tres décadas, esos objetivos se han cumplido en mucha mayor medida en Costa Rica que en otros países de la región.
Simultáneamente, varios organismos y grupos de investigación en Costa Rica, en particular los coordinados por Floribel Méndez, Juan Diego Trejos y Pablo Sauma, han implementado con gran éxito diferentes mediciones de la pobreza. Resulta significativo que esos esfuerzos superan en calidad a algunas de las mediciones estándar que emplean los organismos internacionales. Por ejemplo, Méndez y Trejos (2004) y Méndez y Bravo (2012) ofrecieron una medida multidimensional de la pobreza, a través de lo que ellos denominaron “macronecesidades” prioritarias: acceso a albergue digno; acceso a vida saludable; acceso al conocimiento; y acceso a otros bienes y servicios. El método basado en las Necesidades Básicas Insatisfechas, alternativo al basado estrictamente en los ingresos, consiste en identificar directamente las carencias de los hogares en ciertas necesidades básicas, tales como el acceso a agua potable, electricidad, una vivienda digna, conocimiento, consumo, etc. Otra estrategia a destacar en las medidas de la pobreza costarricense es la empleada por la Encuesta Nacional de Hogares, que propuso en 2012 una comprensión no binaria, sino en cuatro categorías, del fenómeno de la pobreza: “pobreza extrema”, “pobreza no extrema”, “personas vulnerables a la pobreza” y “no pobres ni vulnerables a la pobreza”. Esta forma más gradual de conceptualizar la pobreza limita la arbitrariedad consistente en clasificar como pobre a quien dispone de 1,24$/día y como no pobre a quien cuenta con 1,26$/día. Sin embargo, las categorías de “vulnerable a la pobreza” y “no pobre ni vulnerable a la pobreza” se siguen definiendo por referencia al umbral de la pobreza (en función de que los ingresos superen o no 1,4 veces ese umbral).
Las medidas empleadas para conocer la pobreza y la desigualdad de género en Costa Rica incurren, no obstante, en algunas de las limitaciones de las medidas empleadas en otras regiones del mundo: Miden la pobreza empleando como unidad de medida el hogar (impidiendo describir de forma disgregada la pobreza masculina y femenina), solo exploran la disponibilidad o acceso de los recursos, no su uso y aprovechamiento, y omiten ciertas dimensiones importantes de la pobreza, tales como las carencias de seguridad o de agencia en la toma de decisiones sobre la propia salud. Por último, las herramientas empleadas para medir la pobreza en Costa Rica padecen el mismo déficit de legitimidad al no haberles precedido un proceso participativo en el que sectores de la población contribuyeran a definir lo que para ellos/as significa ser pobre.
En definitiva, la idea de llevar a cabo este proyecto surge de una cuádruple constatación:
- Las medidas existentes sobre la pobreza y la disparidad de género no permiten caracterizar la extensión y la profundidad de la privación individual de los recursos y el bienestar en Costa Rica.
- El factor género (entre otras características personales) necesita ser investigado en Costa Rica tanto como en otros países pues podría estar asociado al hecho de que las personas se vean privadas de condiciones básicas del bienestar, las características de tal privación y cómo se vive.
- Las mujeres y los hombres pobres deben contribuir a determinar cómo sus vidas y su bienestar son evaluados a través de un proceso de razón pública. Esto último nunca se ha llevado a cabo en Costa Rica.
- Las autoridades públicas en Costa Rica, de la mano de organismos como el PNUD, tienen una experiencia y un interés acreditados en la medición y cualificación de la pobreza. De manera específica, existe un interés académico y de representantes de varias organizaciones, en poner a prueba el IDM en Costa Rica.
Carácter innovador del IDM y resultados previstos
El IDM es una medida innovadora por los siguientes motivos:
- Mide la pobreza individualmente, permitiendo revelar desigualdades (en el acceso y disfrute de bienes, en las carencias y satisfacción de necesidades) dentro del hogar.
- Es multidimensional: mide, en cada persona, 15 aspectos de la vida cuyos déficits se consideran vinculados de un modo fundamental a la pobreza. identificados a través de una investigación participativa
- Es sensible al género, y permite cuantificar la pobreza femenina
- Es una medida de la pobreza no binaria, sino gradual. Mediante intervalos que limitan la arbitrariedad de clasificar a los individuos por encima o por debajo del umbral de la pobreza de acuerdo a criterios no relevantes (por ejemplo disponer de 1,24$ y ser clasificado como pobre; y disponer de 1,26$ y ser clasificado como no-pobre)
- Es el resultado de una investigación participativa. En el IDM, ciertas dimensiones son valoradas con un mayor coeficiente y son ponderadas de acuerdo a ese coeficiente. Esto por supuesto es discutible en toda medida mutidimensional de la pobreza. En el caso de la IMP, hay tres niveles de ponderación. Pero esto se ha decidido precisamente porque las personas participantes en la investigación que dio lugar al desarrollo del instrumento de medida valoraban unas medidas por encima de otras: por ejemplo, valoraban más el acceso al agua potable, sobre la posibilidad de expresar su voz en la comunidad.
- Cuestionario que incorpora aspectos que los propios pobres consideran importantes para su bienestar, pero que no se habían incluido antes en ningún concepto de pobreza: safety, voice and agency, social relationships,
- No solo mide la disponibilidad o el acceso a bienes, sino también su desempeño. Por ejemplo, en el caso de la educación, muchas personas tienen acceso a la educación pero no aprenden. Las medidas de la pobreza a menudo han valorado la escolarización, el acceso, o el uso de la educación. En este caso se miden también los logros alcanzados, de una manera muy básica. Algo parecido se lleva a cabo con respecto a la carencia de agua:
- Availability: How much water is there
- Access: How much water do you have access to?
- Use: How much water do you use?
- Metodología ya disponible para gobiernos y NGOs.
- Cuestionarios individuales que se pueden administrar de una forma sencilla y barata
i
http://elpais.com/elpais/2015/03/20/planeta_futuro/1426871035_049009.html
ii
http://hdr.undp.org/es/content/indice-de-pobreza-multidimensional-ipm
iii
Chant, S. (2007) Gender, Generation and Poverty: Exploring the “Feminisation of Poverty”in Africa, Asia and Latin America. Northampton:Edward Elgar.
iv
http://reports.weforum.org/global-gender-gap-report-2014/
v
http://www.idhalc-actuarsobreelfuturo.org/site/descarga.php?archivo=idhalc2010.pdf
vi
http://www.one.org/international/take-action/poverty-is-sexist/